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Antes se la llamaba “diabetes juvenil” o “diabetes insulino-dependiente”. Es poco frecuente, ya que sólo alrededor del 5-10% de diabéticos son diabéticos tipo I. La diabetes tipo I se produce cuando el páncreas no es capaz de secretar insulina, o lo hace en cantidades muy insuficientes para permitir el control de la glicemia. Tiene un cierto componente genético, ya que se ha visto que las personas con familiares con diabetes tipo I es más probable que desarrollen esta enfermedad. El mecanismo de la enfermedad suele ser autoinmune, causada por una “confusión” del sistema inmune del paciente: el sistema inmune ataca a las células pancreáticas secretoras de insulina, destruyéndolas. Eventualmente no quedan células secretoras de insulina sanas, con lo que la persona necesitará inyecciones diarias de insulina externa para vivir: de ahí el término “insulino-dependiente”.
Esta forma de diabetes no puede prevenirse. La mayoría de los casos se dan en niños y adolescentes, pero puede pasar a cualquier edad.
Los síntomas son sutiles al principio, pero en cuestión de semanas pueden volverse muy severos. Los tres típicos son la polidipsia, la polifagia y la poliuria, es decir: mucha sed, muchas ganas de comer, y mucha producción de orina. Aun comiendo y bebiendo mucho, el paciente pierde peso, siente la boca seca, y se siente fatigado. También puede haber dolor abdominal, sequedad de piel, y visión borrosa.
El tratamiento se basa en la utilización de uno o varios tipos de insulina, para suplir la insulina que el propio cuerpo ya no produce. Esta diabetes no necesita otros tipos de medicamentos, ya que al reponer la insulina faltante el organismo comienza a funcionar bien otra vez. La primera insulina que se comercializó se obtuvo de animales, pero con el tiempo se obtuvo a partir de biotecnología. Hay varios tipos de insulina actualmente:
Todas ellas se inyectan, ya que no hay manera de que la insulina llegue a la sangre a través de la vía oral. Según el paciente se combinarán diferentes cantidades y tipos de insulina, para adaptarse a las necesidades, la dieta, y la rutina del paciente. La insulina es muy buen medicamento, pero si su uso causa un descenso de glicemia más allá de lo recomendable (hipoglucemia) puede ser mortal. El riesgo de una hipoglicemia es mayor al inicio del tratamiento, por lo que se le recomienda al paciente llevar consigo glucosa por vía oral para tomarla si se siente mareado, comienza a bostezar, suda frío o tiembla: todos estos síntomas indican una hipoglicemia que hay que corregir consumiendo glucosa rápidamente.
La diabetes tipo I, sin tratamiento alguno, puede ser mortal en poco tiempo. Antes del descubrimiento de la insulina los niños fallecían alrededor de seis meses luego de la aparición de los primeros síntomas. Hoy en día el pronóstico es mucho más alentador, ya que con un buen control de la glicemia los diabéticos tipo I pueden tener una vida larga y plena. Si el control es mediocre aparecen las complicaciones que también se ven en la diabetes tipo II: ulceraciones, problemas en la visión, enfermedades cardiovasculares, gingivitis… pero esto es material para otro post.
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